Nací republicano: Antonio del Real Cortínes

En la noche del 27 de julio de 1833, varios esclavos originarios de Guinea, Jamaica y San Andrés asesinaron a su propio dueño, el inglés Jorge Woodwine, a su esposa y a un hijo pequeño. Los hechos ocurrieron en la hacienda Maparapa, en Cartagena, propiedad del inglés.


El cónsul Adolfo Barrot
Cuando esperaban el arribo de los cuerpos en el muelle, se presentó un incidente entre el alcalde, Vicente Alandete, y el cónsul francés, Adolfo Barrot, por cuanto el primero instó al segundo a retirarse del lugar junto con sus acompañantes con el argumento de que nada tenían que hacer allí. Palabra viene palabra va, insulto aquí insulto allá. El cónsul se retiró a su casa y hasta allá fue a buscarlo el alcalde Alandete con el objeto de capturarlo, ingresando a la casa del consulado con violación de leyes que se lo prohibían. Hubo armas, intento de fuga del cónsul, cárcel para este, violación de su inmunidad y, claro, aviso a los respectivos gobiernos.

Vinieron solicitudes de reparación del honor nacional y exigencias por parte de Francia de que el gobernador impusiera el castigo correspondiente al alcalde, so pena de ver frente a la ciudad la flota francesa impidiendo la entrada y salida. “Si el pueblo de Colombia no conoce a los franceses, yo os invito, señor gobernador, a que le hagáis ver cómo la grande nación con sus flotas recientemente supo castigar a Argel por la insolencia de un bárbaro, y a Portugal por un atentado menos grave que el que el Sr. Barrot ha sufrido. Quedan algunos franceses en Cartagena, y sin duda ellos van a ser el blanco de proyectos siempre criminales, pero que los culpables pongan cuidado… en esta hipótesis, la flota del almirante Mackau vendrá a destruir vuestras murallas y completar la obra de venganza.” Ay, mi madre.

El asunto se resolvió con indemnizaciones pecuniarias y destitución del alcalde y del gobernador. Menos mal, porque la mayor parte de nuestras murallas siguen ahí.

Como ven, esta tendencia a comportarnos como gallitos pandilleros nos viene por el carácter latino que los franceses también se gastan. En todo caso, mientras los esclavos asesinos fueron juzgados y condenados inmediatamente, el asunto del cónsul francés siguió dando qué hablar. Y uno de los que habló fue Antonio del Real Cortínes, mi tatarabuelo, encargado de la redacción de El Constitucional del Magdalena. Desafortunadamente no tenemos los números publicados en 1833 (la Hemeroteca digital de la Biblioteca Luis Ángel Arango tiene pocos ejemplares de 1835 y 1836), pero suponemos que opinó en contra de las tropelías del gobierno local ya que algunas semanas después, el 21 de octubre de 1833, recibió instrucciones de la gobernación en el sentido de “…no poner artículo alguno acerca de la cuestión que nos ocupa (la del cónsul francés) que no fuera revisado antes por su señoría.”

Háganme el favor. La república no tenía ni 20 años de existencia y ya se atentaba contra la libertad de prensa. Antonio del Real renunció en menos de lo que canta un gallo no sin dirigir una carta a todo el público, que se conserva la Biblioteca Nacional de Colombia. Hoy siguen vigentes sus palabras:

“La libertad absoluta en la opinión de los escritores me parece tan esencial a su ministerio que yo no lo ejerceré mientras no la haya… Un papel costeado por el gobierno no es ministerial… y la legislatura que estableció los periódicos provinciales no fue para defender a los agentes del poder ejecutivo, sino para ilustrar a los pueblos…

…No por esto protesto por dejar de escribir, por el contrario, lo haré siempre que pueda libremente, porque nací republicano, y tengo la persuasión de que la libertad de imprenta garantiza las otras libertades; pero no escribiré nunca en papel ministerial, y si al encargarme del Constitucional hubiera sospechado que lo era, me habría bastado este motivo para no comenzar.”

Antonio del Real Cortínes tenía apenas 23 años, y efectivamente siguió escribiendo. Era la época cuando los hijos de Cartagena eran águilas caudales, no una caterva de vencejos.

FUENTES:
- Historia de la Nueva Granada. José Manuel Restrepo. Bogotá, 1937.
- El Fénix de la libertad. Vol. IV.
- Bibliografía general de Cartagena de Cartagena de Indias. Miguel Camacho S. y otros. Cartagena, 2007.
-Archivo de la Biblioteca Nacional de Colombia.




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