¿Para qué sirve la genealogía?

Los genealogistas estamos acostumbrados a responder preguntas como ¿y eso para qué sirve? ¿por qué lo haces? Preguntas normales en una sociedad a la que le resulta difícil entender qué valor pueden tener las cosas que no producen una rentabilidad o beneficio inmediato. Así que cada genealogista ha ido elaborando su propio discurso, entre otras cosas para responderse a sí mismo. ¿Para qué y porqué hacemos genealogía?


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Al principio mis razones eran vagas, no me convencían ni a mí misma: porque me gusta, porque es interesante, porque me gusta la historia, etc. Luego te vas dando cuenta de que al hacer genealogía cambia la perspectiva que tienes de ti mismo, adquieres un grado de entendimiento mejor de tu propia historia y de la historia de los demás. Aprendes a apreciar a tus antepasados, los que hicieron posible que tú estuvieras aquí. Comprendes sus dificultades, alegrías y dolores. Y también sus pecados. Aprendes a no juzgarlos, o al menos a hacerlo según las circunstancias de su época.

 

El árbol familiar de cada uno de nosotros es un micro-cosmos de la sociedad en que vivimos. Allí hay héroes, hay próceres, hay literatos, hay cínicos, hay ladrones, hay esclavos y esclavistas, piratas, padres que abandonaron su familia, madres que también lo hicieron, buenos hijos, malos hijos, hijos extramatrimoniales, ricos y pobres, negros, blancos, indígenas, etc. No podría ser de otra forma, todas son producto de la historia. Investigamos a nuestros antepasados, no para elevarles un altar sino para saber quiénes fueron, qué dificultades enfrentaron, cómo vivieron su vida. Qué cargamos de cada uno de ellos.

 

Así que todos los genealogistas, tarde o temprano, tienen su respuesta lista a las preguntas que reciben. Pero hay unas preguntas, o mejor, unos comentarios, que nos desalientan porque da mucha pereza responderlos. Da mucha pereza porque no se puede meter en un par de frases – que es lo máximo que resiste quien te espeta el comentario con una copa en la mano- toda una concepción del mundo. Cuando nos dicen “pero para qué investigar eso si no tengo personajes importantes entre mis antepasados”, “ahora todos tienen la realeza en el árbol”, “todavía siguen presumiendo de sangre azul”, “se creen de mejor familia”, “vas a terminar descendiendo de la Virgen María”, uno no sabe si quedarse callado o emprender la árida e ineficaz tarea de explicar que por ahí no es.

 

Detrás de esos comentarios hay una concepción anacrónica de la genealogía. Digo anacrónica porque es cierto que en siglos anteriores la investigación genealógica tenía propósitos de demostrar nobleza, limpieza de sangre y otros atributos que se requerían para lograr un lugar en la sociedad, ser nombrado en un cargo, entrar a un colegio mayor, obtener un título, entre otras utilidades. Pero en estos tiempos que corren hacemos genealogía por ella misma. A los utilitaristas hay que decirles que también la genealogía “sirve”: traza perfiles genéticos que ayuden en la prevención de enfermedades hereditarias, se usa para reclamar propiedades, para tramitar otra nacionalidad, entre otras “utilidades”. Aún sin esas ventajas, la genealogía nos interesa porque es un viaje al interior de nosotros mismos, de nuestra historia. Y cuando sabemos más de nosotros mismos, sabemos más de los demás, y eso nos debería convertir en mejores personas.

 

En opinión del historiador John Sedgwick, autor de The historians versus the genealogists”,  quien solía desdeñar el fanatismo que la genealogía y los exámenes de ADN han significado, hay hechos del pasado que los historiadores ni siquiera ven y tal vez no tengan gran importancia, pero en cierta ocasión descubrió por accidente que una antepasada había tenido un papel marginal en los hechos que estaba investigando, y de repente sintió una conexión con esa historia y aumentó su empatía respecto de los protagonistas. Dice que la historia no puede obviamente depender de la genealogía, pero tampoco la puede ignorar. Historia y genealogía, dice, tienen una mirada radicalmente diferente del pasado, la primera dice “esto importa”. La segunda, “esto me importa a mí”. Sabemos que no es solamente eso porque también hacemos genealogía de otras familias que no son las nuestras, pero al poner los ojos en las personas y no  solo en los hechos, tenemos una mirada distinta.

 

Así que aquí está mi “discurso”. ¿Cuál es el tuyo?

Comentarios

  1. Hola, apenas descubro el blog porque empecé a buscar más sobre mis ancestros durante la pandemia. Estoy maravillada por la riqueza documental y la variedad de la información. Este post en particular me llamó la atención porque soy historiadora de profesión pero apenas empiezo a investigar en genealogía.
    Tengo una pregunta particular sobre los hijos de Luis del Real Carrasquilla y Emilia Merlano Palas. Solo he podido localizar dos usando FamilyTree Search y Ancestry: Emilia Maria y Antonio Buenaventura. Si tiene usted más información o desea conversar más, en la URL del comentario hay formas de contactarme. Muchas gracias.

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  2. Muchas gracias Rocío, no solo por esta entrada maravillosa, sino por todo el blog.

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  3. La vida es un emocionante viaje de transformación, o una terrible decepción. Nuestros antepasados vivieron estas realidades, y si de verdad estamos interesados en construir bien nuestra propia vida, hacemos bien en hechar una mirada a sus experiencias para enriquecer y valorar la nuestra.

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  4. Muchas gracias por este interesante mensaje! :-)

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