La tía Tuta

1918-2018
Cuando yo era una niña, pasé una semana en Medellín en casa de una tía cuya existencia no conocí hasta entonces. Se trataba de la hija mayor de mi abuelo paterno. Recuerdo que le decíamos Tuta, y a su esposo, Tista porque se llamaba Juan Bautista. Tuta y Tista. En mi memoria se quedaron para siempre algunos rincones de su casa, un recuerdo vago de la calle en que quedaba, una pequeña zona verde que les quedaba cerca y la sensación de tener un montón de primos paisas.

Esos primos –al menos algunos- correspondieron nuestra visita con viajes que hicieron a Cartagena a pasar vacaciones. Las trampas que nos juega la memoria no me permitieron retener todos sus nombres, aunque creía que uno se llamaba Darío y otras Marta y Zulma. No los he vuelto a ver más nunca en persona. 

Cincuenta años después me picó el bicho de la genealogía y aprovechando la internet, las redes sociales, etc. empecé a buscar a mis primos paisas. Naturalmente, toda búsqueda arrojaba un número inmanejable de resultados. Y así fue pasando el tiempo, hasta que visité en Lorica a mi tía Inés, y la memoria de ella resultó mejor que la mía. Los primos, me dijo, se llamaban Luz Marina, Marta, Zulma, Guillermo, Eugenio y Ángela. Ella creía que su hermana Tuta debía de haber fallecido porque calculábamos su nacimiento hacia 1910.


La búsqueda comenzó de nuevo en las redes sociales tratando de identificar a cualquiera de ellos y verificar si entre sus contactos estaban los otros para confirmar que se trataba del grupo familiar que me interesaba. Encontré el perfil de un Eugenio Ramírez entre cuyos contactos estaba una Ángela Ramírez. Sonaba prometedor. El otro hallazgo correspondía a las reseñas sobre un fotolibro publicado por una tal Isabel Garcés, llamado “Todo pasa”, que relata lo que pasaba en la carrera Junín de Medellín, en la época en que sus papás –Ángel y Marta- se enamoraron. Cuando encontré la página web de la editorial empecé a mirar las imágenes, y cuál no sería mi emoción cuando vi que una de ellas correspondía a una jovencísima Judith, otra de mis tías paternas, ya fallecida. Por aquí es, me dije.

Así que me decidí a enviar un mensaje interno al perfil de Ángela. Fue increíble. Pero mi emoción aumentó cuando me puso una foto de mi tía Tuta. Vivía y tenía 97 años.



Han pasado tres años desde entonces. Uno de mis hermanos viajó a Medellín y se vio con algunas primas. Yo, como muchas cosas en la vida, me he pasado este tiempo buscando el momento oportuno para visitar a la tía. No lo hubo. Y no lo habrá, llegó a los cien años de edad pero falleció la semana pasada. Paz en su tumba.

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