Mi sexta abuela, niña expósita

Las casas de expósitos eran una institución del Viejo Mundo que resolvía el problema de la maternidad no deseada. La “exposición” de niños difería de los casos de abandono en que la primera estaba socialmente aceptada e incluso regulada para permitir a la madre “exponer” a su hijo sin ser vista ni identificada a las puertas de las casas destinadas para ello, administradas normalmente por monjas católicas.

En la Nueva Granada, la costumbre de “exponer” niños no deseados se practicaba dejándolos en las iglesias, a las puertas de personas principales, en los mismos despachos parroquiales o en la casa del padre no reconocido. Hay quien dice que la mayoría eran en realidad hijos de las mismas monjas o curas, quienes los recogían de su puerta y podían criarlos como hijos expósitos aunque en realidad eran propios.


Como estos niños no tenían padres conocidos, se les asignaban apellidos como Tirado, De la Cruz, De la Iglesia, y el más cruel de todos: Espósito.

A principios del siglo XVIII, una niña expósita fue dejada a las puertas de la casa de habitación del abogado, ex-rector del Colegio Mayor del Rosario y Deán de la Catedral de Cartagena de Indias don Sebastián Carlos Pretel y Cid Cuadrado, quien la crió y educó en su propia casa. A la niña le puso por nombre Ana María Jacinta Enciso, tal vez por la misma madre del presbítero, doña Ana María Cid Cuadrado y Jiménez de Enciso.

Foto de una pintura del Dr. Sebastián Carlos Pretel
que se conserva en el Colegio Mayor del Rosario
Don Sebastián Carlos Pretel, cartagenero, no era una pera en dulce. El obispo decía de él que tenía un “genio caviloso, litigioso y cizañero”. Protagonizó varios escándalos, criticaba e injuriaba a los que conseguían puestos antes que él, intermediaba para los cargos y cruzaba dineros, lanzaba acusaciones de que otros curas tenían supuestos hijos, impugnaba elecciones, era considerado malicioso y mal compañero. “El genio de Pretel provocó la enemistad y enfrentamiento con sus compañeros, pero al mismo tiempo demostró el poder que podía conseguir una figura que supiera moverse bien en los asuntos eclesiásticos. A pesar de las acusaciones vertidas sobre él desde el inicio de su carrera dentro del cabildo y la oposición de los obispos, supo mantener y ocupar puestos de importancia”. Esto nos cuenta el historiador Manuel Serrano García en su tesis sobre el Obispado de Cartagena de Indias en el siglo XVIII. Pretel consiguió escalar posiciones hasta llegar a deán de la Catedral, cargo en el que seguramente lo alcanzó la muerte cuando tenía más de 80 años. Debió de nacer alrededor de 1667 y vistió la beca como colegial de El Rosario en 1688.  

Este personaje fue el que crió a Ana María Jacinta Enciso, a quien otorgó dote para casarse con don Mateo Josef de Rivera Carrasquilla y Carmona, matrimonio que se efectuó el 8 de junio de 1743. Ana María murió pocos años después, en noviembre de 1747, pero dejó descendencia: Mauricio, Andrea y Rafaela de Rivera Carrasquilla y Enciso. En las siguientes generaciones se prescindió del Rivera y hoy día subsiste el apellido Carrasquilla solo.

Cinco meses después del fallecimiento de Ana María, en abril de 1748 falleció Don Sebastián Carlos Pretel, razón por la que el viudo de la niña expósita, don Mateo de Rivera Carrasquilla, reclamó para él y sus menores hijos lo que el cura le dejó a su fallecida esposa Ana María en su testamento redactado antes de que esta muriera. Declaró Don Mateo lo siguiente: “Que por cuanto yo contraje matrimonio en esta ciudad en ocho de junio del año de mil setecientos cuarenta y tres según consta en la Santa Madre Iglesia, con Doña Ana María Jacinta de Enciso, natural de esta ciudad, y recibí por dote y caudal de mano del señor doctor don Sebastián Carlos Pretel, presbítero, dignidad de Deán que fue de la Santa Iglesia Catedral de esta ciudad (y en cuya casa como niña expósita se crió la dicha difunta)…” y continúa detallando la dote en efectivo recibida ($1.895). A continuación, lo que el cura incluyó en su testamento y le correspondía a Doña Ana María Jacinta de Enciso: una casa baja de piedra, madera y tejas, y un reguero de bienes sobre los que el viudo afirmó “me doy por contento y entregado a mi voluntad de que otorgo recibo en firma para que en todo tiempo conste…”

En el expediente que se encuentra en el Archivo General de la Nación se cuentan numerosos folios detallando todos los bienes, clasificados en esclavos, joyas, ropa de color, ropa blanca, ajuar, objetos de plata. Allí se leen zarcillos, cruces, cadenas de oro, relicarios, pulseras de perlas, hebillas de plata, corpiños, casacas, colchones, camisones de olán, camas, taburetes de cuero, bustos de santos, diademas, amén de la casa, esclavos y dinero en efectivo.

El lugar en el que la niña fue expuesta -la casa de habitación del cura-, el nombre y apellido con que fue bautizada, la dote y la herencia que le dejó parecen indicar que mi sexta abuela Ana María Jacinta de Enciso era la hija del abogado de la Real Audiencia, rector del Colegio Mayor del Rosario y Deán de la Catedral Doctor Don Sebastián Carlos Pretel y Cid Cuadrado.

FUENTES:
- ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, CO.Civiles(Asuntos)-Bolívar: SC.11
- El Obispado de Cartagena de Indias en el siglo XVIII. Manuel Serrano García. Tesis. Sevilla, 2015.

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