Mi octavo abuelo se compró su puesto

¿Qué tan lejos se puede llegar en la búsqueda de los antepasados? Eso depende. He visto genealogías en las que pretenden conectar a una persona de hoy con un apóstol o con un emperador romano. Oye, que si tienes a alguien de la realeza entre tus antepasados estás hecho, esa genealogía está escrita y seguramente llega hasta el principio de los tiempos. O si encuentras en tu árbol a alguna persona que pasó a la historia, qué suerte. Pero si estás buscando a José Blanco García, tu octavo abuelo, siglo XVII, ¿qué puedes esperar? ¡Tener mucha suerte!

José Blanco García no mereció un aparte propio para su apellido en las Genealogías de Cartagena de Indias, qué va. Apenas lo mencionan como suegro de Matías Benedeti, con quien se casó su hija, Francisca Antonia Blanco Baena. Eso sí, nos enteramos de que era madrileño, olé, y de que tenía puesto público, cómo no, para eso era español.

Y a eso voy, a lo del puesto público. Apenas me entero de un dato como éste, me entusiasmo porque sé que en alguna parte hay un reguero de papeles apergaminados que dan cuenta de todo el trámite burocrático, tortuoso, largo y etcétera que significó alcanzar el dichoso puesto y luego ejercerlo. Costumbre colonial que heredamos y “perfeccionamos” por estas tierras donde a todo hay que sacarle copia, autenticación, apostilla, sello y otro etcétera.

Pero no me quejo, porque muchos de esos documentos subsisten
todavía y son fuente de información interesantísima. Cuando digo papeles apergaminados me refiero también a la maravillosa digitalización que hacen hoy los archivos históricos, como el Archivo General de Indias, por ejemplo. Justamente allí encontré el expediente por medio del cual José Blanco García solicita en 1675 un puesto. 

Lo de “solicitar un puesto” hay que matizarlo. En realidad los puestos se compraban. ¡¿Cómo?! Pues sí, se llamaban “oficios vendibles y renunciables”. Ajá ¿qué creían ustedes? ¿que lo de comprar la chanfa era invento colombiano? no, no, no, nuestros males son heredados desde hace rato.

“La venta de los oficios públicos americanos fue un arbitrio financiero al que acudió la administración desde el siglo XVI con la esperanza de obtener liquidez para una Real Hacienda esquilmada.” (Antonio García). Qué lindo, ¿quién la esquilmaría? Bueno, en fin… el caso es que José Blanco García se apuntó al negocio y pujó por el oficio de “Notario y Escribano de estas Yndias”. Y no fue el único puesto que obtuvo por ese mecanismo.

Lo que interesa para efectos genealógicos es que el hombre tenía que identificarse, probar su limpieza de sangre y otras bellezas. Así sabemos lo siguiente:
  • Al momento de la petición, 1675, José Blanco García tenía ocho años de estar residiendo en Cartagena de Indias. Esto quiere decir que llegó aproximadamente en 1667.
  • Efectivamente era natural de la Villa de Madrid.
  • Era hijo legítimo de Don Esteban Blanco, Oficial Jurado que fue en la Contaduría Mayor, y de Doña Lucía Garzía de Castro.
Y así, gracias a la burocracia colonial, pude avanzar una generación más en esta línea familiar, por lo que ya casi llego al siglo XVI. Como Don Esteban Blanco también era burócrata, seguramente dejó rastro en alguna parte del ejercicio de su “corbata”. Quién sabe, a lo mejor descubro que también yo tengo un santo o un apóstol en esta línea…aunque pensándolo mejor, como antepasado de un burócrata colonial sería más divertido encontrar a un pirata…

FUENTES:

- AGN, SANTA_FE,160,N.6
- El fracaso económico de los oficios vendibles y denunciables. Antonio García García. Universitat Pompeu Fabra, 2008.

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