La trágica y triste historia de la bella Luisa Armero
A mí para alabarte,
encantadora Luisa,
mirando de tus ojos la
llama celestial,
bástame que desplieguen
una jovial sonrisa
mostrando blancas perlas,
tus labios de coral.
(Última estrofa del poema A la señora Luisa Armero, de Juan Francisco
Ortiz)
“En la acera
oriental de la calle Real de Santa Bárbara, casi al frente de la calle nueva
abierta al costado sur del cuartel de San Agustín, se ve una casita, reparada a
estilo moderno, de propiedad de los herederos del general Fernando Ponce. Allí
vivió, hasta el año de 1851, el sargento mayor don Patricio Armero, con sus
hijos Luisa y Rafael”.
Así comienza
José María Cordovez Moure una de sus Reminiscencias,
concretamente la que se titula “Luisa Armero”. Yo leo esto y ahí mismo me
transporto en el tiempo. Empiezo a averiguar a qué calle corresponde hoy en
Bogotá la Real de Santa Bárbara, cuál sería el cuartel de San Agustín, y cuál
la casita, si es que existe.
La calle Real de
Santa Bárbara es la actual carrera séptima entre las calles 5ª y 7ª. Allí se
encuentra la hermosa iglesia de Santa Bárbara donde fueron bautizados miles de santafereños.
Es del año 1565. Muchos bogotanos de hoy no la conocen.
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Iglesia de Santa Bárbara (centro) |
La calle nueva abierta
al costado sur del cuartel de San Agustín debe de ser la calle 6C y todavía se
encuentra casi al frente una “casita” de dos plantas con puertas y ventanas de
madera, que podría ser la que describe Cordovez More, en la que acontecieron los hechos que voy a refrescar, no sin antes contar porqué esta historia tiene que ver con mi árbol genealógico.

El sargento José
Patricio Armero ingresó al Ejército Libertador, hizo la campaña del Magdalena a
órdenes del general Maza, tomó parte en el Perú en las batallas libradas contra
los españoles y regresó a Bogotá acompañando al Libertador. Se casó en 1825 con
doña Francisca Otero Durán, con quien tuvo dos hijos: Luisa y Rafael. Pronto
quedó viudo y al cuidado de sus pequeños.
Unos años más
tarde, mientras su hermano menor empezaba a estudiar medicina, Luisa se había
convertido en “la señorita más bella y popular de la ciudad”. No era una
exageración de Cordovez Moure. Las crónicas de la época lo confirman, y el
mismísimo Rafael Pombo, que cortejaba a otra señorita, tuvo que escribir estas
estrofas para calmar los celos de esta:
La vi en el puente, como un lucero
sobre el arco iris
carnes de perla, rostro hechicero,
talle de sílfide.
Remangaditas nariz y boca
sobre la frente
ondas castañas, de esas que toca
de oro el Poniente.
Formas magníficas, la gracia andando
el paso aéreo
cuantos la miran, quedan soñando
bajo su imperio.
La vi en el puente, y te vi en ella
con dulce orgullo
busqué tus ojos. Esos, mi bella
son solo tuyos.
Entre sus muchos
pretendientes, Luisa escogió a Mariano González Manrique Araos, de distinguida
familia. Pero a pesar del atractivo y educación de los novios, ambas familias
se opusieron. Una vez tuvieron mayoría de edad, se casaron, no sin antes vencer
la resistencia familiar. Fue el domingo 20 de abril de 1851, en una ceremonia
sencilla. El padre de Luisa, Patricio, y su hermano les dejaron la casita a los nuevos
esposos.
Tal vez por la
carrera militar de su padre, tal vez porque Luisa se convirtió desde muy niña
en la señora de la casa, tal vez porque era ella la que protegía a su hermano
menor, el caso es que era aficionada a las armas de fuego y acostumbraba a
practicar el tiro al blanco en el jardín de su casa. Así que no era extraño que
alentara a sus invitados a acompañarla en esta distracción, a pesar de que su
esposo no tenía sus habilidades.
Menos de un mes
después de la boda, el domingo 18 de mayo de 1851, los recién casados
recibieron la visita de un pariente, la cual, como era costumbre, terminó en el
patio. Luisa propuso el ejercicio de tiro, con tan mala fortuna que una de las
armas había sido cargada por los guardas que cuidaron la casa mientras los
esposos estaban de luna de miel. Mariano la tomó y al accionarla mató a Luisa.
Tenía 21 años.
Dice Cordovez
Moure que el viudo “arrastró vida miserable”, envejeció prematuramente y murió el 18 de enero
de 1870, a los 41 años de edad.
Siete años después también de un
disparo al azar murió Rafael, el hermano menor de Luisa.
Patricio Armero sufrió, pues, el dolor de haber perdido dos hijos. Había tenido otra hija con Mercedes de la Cala Román. Era nada
menos que Dolores Armero, quien sería después la madre del científico Julio
Garavito Armero. Dos años después de la tragedia, Patricio Armero legitimó a
Dolores casándose con su madre.
FUENTES:
-José María Cordovez Moure. (2006). Reminiscencias: Santafé y Bogotá. Bogotá: Epígrafe.
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