Correspondencia de los insurgentes

José María del Real no fue fusilado hace doscientos años por órdenes de don Pablo Morillo. Su busto no lo encuentran en el Paseo de los Mártires junto con el de sus compañeros de causa. A él no lo persiguieron hasta capturarlo ni murió de hambre en una playa panameña. José María se había ido a Londres desde 1814 pero no la estaba pasando bomba, no señor.

Había sido enviado por el Gobierno general para que fungiera como una especie de embajador, se acercara al Príncipe Regente y obtuviera de la corona británica apoyo y sostenimiento a la causa de la independencia. No estaban soñando nuestros líderes, jugaban ya a la política internacional y querían aprovechar las tensas relaciones entre la corona británica y la corona española. Mejor dicho, ya sabían eso de que el enemigo de tu enemigo es tu amigo. 

Pero no eran los únicos que andaban por allá de diplomáticos. En Londres también estaba negociando la paz con Inglaterra nadie menos que John Quincy Adams, el que después sería el sexto presidente de los Estados Unidos. La competencia por una cita con los ingleses era dura, aunque Mr. Quincy Adams llegó a interceder por Del Real con quien entabló amistad.

En esas estaba cuando en 1815 Pablo Morillo sitió a Cartagena de Indias para reinstaurar el virreinato. José María del Real se vió en tierra extranjera como embajador de un gobierno que ya no existía y…sin viáticos.

Desde Cartagena le avisaron que también se había quedado sin casa porque a Morillo le había gustado la suya en la calle de don Sancho. Menos mal que no le gustó su mujer y la pobre, con sus pequeños hijos, estaba viviendo de la caridad porque los hatos y haciendas de su marido también habían sido arrasados por el paso de las tropas. Mijo, por acá no te aparezcas, debió de decirle doña Luisa Bartola en alguna misiva. No vaya y sea que este bárbaro de Morillo te descabece.

A qué volver, cantó Del Real, y eso que no habían compuesto Los Chalchaleros la canción. Regresó en 1819. El viajecito de trabajo le duró cinco años. Hizo de todo en ese tiempo. Ayudó a reclutar voluntarios extranjeros que se unieron a las luchas de Bolívar; consiguió recursos para la causa independentista (y de paso viáticos para él), entre ellos empréstitos que no pudo pagar y que le valieron cárcel; difundió en Europa las razones de los pueblos americanos para independizarse mediante la publicación de papeles públicos, artículos en periódicos ingleses y, en particular, una célebre protesta en 1818.

Durante muchos años he buscado su correspondencia y los artículos que publicaba en periódicos europeos y no había encontrado sino citas en fuentes secundarias, o sea casi nada. Hasta que me tropecé con una palabra: insurgente. Y empecé de nuevo la búsqueda con ella en mente. Y sí, así se llama un expediente que en el Archivo General de Indias en Sevilla, doscientos años después, conserva papeles de esa época.


Carta No. 1 del 19 de abril de 1814
Correspondencia de los insurgentes. 

Hostias. No había pensado en eso. La primera misión diplomática de nuestro país está archivada en España como correspondencia de los insurgentes. La madre que los parió. 

Pues claro, es la correspondencia y documentos que Pablo Morillo interceptó en 1814 y 1815. Se trata de varios folios que iré compartiendo poco a poco y que retratan las dificultades para viajar, para sostenerse en Inglaterra, y en general, para cumplir con su misión.
Carta No. 2 del 20 de abril de 1814

Por el momento les cuento que en abril de 1814 ni José María del Real ni Henrique Rodríguez  aceptaron la comisión “con que el Supremo Congreso de la Unión se ha dignado honrarlos”. En dos cartas nos permiten saber algo muy personal: Rodríguez sufría de “un antiguo afecto al pecho”, mantenía una úlcera abierta en una pierna que los “facultativos” no creían sanara pronto. Por su parte, José María del Real reconocía tener una “naturaleza habitualmente enfermiza (que) es incapaz de resistir las incomodidades de la larga navegación hasta Londres, ni el trastorno que debe sufrir en un clima tan contrario al que habito…”

Paila, cuarto abuelo, igual te tocó ir. Pero agradece, porque si no, Pablo Morillo te hubiera fusilado. Eso sí, tu busto estuviera en el Paseo de los Mártires de Cartagena de Indias.

FUENTES:
- Writings of John Quincy Adams, Volume 5 & 6, by Adams, John Quincy
- Correspondencia de los insurgentes, Archivo General de Indias,ESTADO,57,N.34

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